Repensar las calles: ¿cómo serían las calles si las diseñáramos entre todos/as?

En nuestras calles, la mayor parte del espacio público está destinado al transporte privado. Esta imagen nos puede hacer tomar conciencia de ello (si es que aún no lo hemos hecho).

Karl Jilg / Swedish Road Administration. Vía: Vox

Ahora, en plena desescalada, nos vamos a encontrar con que necesitamos más espacio para mantener la distancia de seguridad entre peatones, pero a la vez, es más que probable que el transporte privado siga prevaleciendo sobre el público. En este contexto tiene cabida un debate sobre el uso público del espacio de nuestras calles.

Cuando pensamos en una calle a la mayoría nos viene a la mente una de este estilo: con protagonismo de asfalto, ruido, pocas zonas verdes y usos bastante limitados. Pero poco a poco se van haciendo propuestas e introduciendo cambios que puede que nos acerquen a un modelo basado en el bienestar y la sostenibilidad. Aquí tenemos un ejemplo de reconquista peatonal de una calle de Milán.

Transformación de plaza de Milán. Vía: Janette Sadik-Khan

En estos días, os proponemos que imaginéis cómo os gustaría que fueran vuestras calles (iguales que hasta ahora, con más zonas verdes, con carriles destinados a movilidad activa o a transporte público, etc.) y materializarlo en un dibujo, texto, vídeo u otro formato. Se trata de explorar el tema entre todos (con la familia, el alumnado, los compañeros y compañeras) y que todos tengamos voz en este asunto. Si queréis, podéis compartir el resultado es este espacio (enviar al correo calamocha@formacionteruel.es).

Además, tenemos la fortuna de poder compartir un texto y un collage que la arquitecta María Hernández Rubio ha realizado para +EducaVida.

Las ciudades del futuro pueden ser muchas cosas, pero no serán si nosotros no somos.

María Hernández Rubio

Me llamo María, y estoy en La Tierra desde 1988. Desde pequeña, he tenido un contacto muy directo con la naturaleza, y siempre que puedo, me encanta pasar tiempo en espacios naturales, sola o en compañía de los míos. Las mariposas siempre han sido para mi un ser que simboliza el potencial de transformación de cada uno pero nunca he sido consciente al 100% de que el simple aleteo de una de ellas, se pueda sentir al otro lado del mundo. Ahora, lo estoy siendo, entiendo el cambio y veo los millones de mariposas que pueden salir de él.

Mariposas. Pangolines. Murciélagos. Cada vez que la masa forestal de La Tierra disminuye, estamos más cerca de algunos de estos seres y sus particularidades. Cada vez que la masa disminuye, disminuye también el volumen de oxígeno de La Tierra, los climas se tornan más secos y nacen nuevas enfermedades o renacen otras extinguidas hace tiempo a las que poder adaptarse de nuevo o no. Sin embargo, La Tierra es resiliente. Por mucha presión que se ejerza sobre ella, sale airosa a pesar de darnos margen de ventaja para que sintamos la verdad. El ser humano, obvia que su vida forma parte de la naturaleza, que es un actor más de esta gran obra de arte. El ser humano piensa que la naturaleza está a sus pies para servirle, y vive conforme a esta idea. El ser humano se relaja en un respeto surrealista hacia su hogar, piensa, que su hogar es un agujero negro que todo lo absorbe sin consecuencia alguna.

La globalización, hizo que el llamado primer mundo, el palacio de cristal como lo llamaba Dostoievski, todo lo pudiera. Materias primas procedentes de fuera del palacio, para levantar el palacio lo más maravilloso posible. Ciudades cada vez más sofisticadas a costa de los suburbios de palacio. Sin embargo, ahora estamos siendo conscientes del efecto que puede tener, tanto el aleteo de la mariposa al otro lado del mundo, como la deforestación de grandes masas arbóreas, siendo ambas un símil. Las ciudades son el futuro a priori, tanto dentro como fuera de palacio. En el 2050, según estudios de la Organización de las Naciones Unidas, entre el 70 y el 80% de la población mundial, vivirá en ciudades y ocupará un 2% de la superficie total de nuestro planeta, mientras que el 98% restante quedará para la producción de recursos y alimentos.

Verdes. Sostenibles. Conectadas. Tecnológicas. Vivas. Colaborativas. Versátiles. Responsables. Humanas. Para todos. Las ciudades del futuro, allá por el año 2050 por lo menos, seguirán ese camino, respetando códigos tecnológicos, saludables y humanos. Pero, ¿y qué pasa ahora con todo lo que tenemos, con nuestros núcleos urbanos presentes? En la actualidad, la tecnología está lo suficientemente en línea para que nuestras ciudades sean cada vez más inteligentes y nos faciliten la vida, adaptándose a los cambios producidos por pandemias o similares, y permitiéndonos un desarrollo normalizado de nuestra vida diaria. Sin embargo, siempre hablamos de ciudades inteligentes pero, ¿y los humanos? El cómo serán las ciudades de mañana no sólo depende de la tecnología y de disponer más o menos espacios verdes y conectados sino que depende en primera instancia de los ciudadanos del mundo, de nuestra responsabilidad, de nuestro humanismo. La arquitectura, además de una máquina financiera como hasta de ahora, y un modo de expresión artística, puede ser también una herramienta para el cambio social, como defendió el arquitecto estadounidense Michael Sorkin, sin embargo, como decía José Luis Sampedro, la sabiduría es el arte de vivir, y ese arte, es responsabilidad de cada uno de nosotros.

La tecnología y las ciudades inteligentes son una herramienta para mejorar nuestra calidad de vida, y como tal, debe hacerse un uso inteligente también de ellas. La ciudad ideal no existe. Son los padres. Lo que hace algo ideal es nuestra percepción. Durante esta pandemia, el mundo es como es, y ahí estamos, unos en primera línea, otros desde casa, pero cada uno colaborando en la medida que le es posible. Por ello, las ciudades ideales las hacemos cada uno de nosotros con nuestros actos, con nuestro respeto hacia todo lo que nos rodea y nos envuelve. Después-después de la pandemia, las ciudades deberían ser cada vez más verdes, con más espacios diáfanos, deberán estar mejor conectadas, tener una mayor movilidad sostenible; nosotros deberíamos disminuir los aforos, las concentraciones masivas, deberíamos incluir terrazas en nuestras casas y espacios para la reflexión, deberíamos también ser más selectivos con los eventos masivos a los que asistir, más curiosos en nuestras acciones del día a día, pero lo que deberíamos poner sin ninguna duda en valor es la naturaleza y no la basuraleza que hasta hoy nos rodea. Todo eso, se acercaría a una ciudad ideal para mi, una ciudad con frescura y dispuesta a renacer en cada instante.

Muchas son las ocasiones en que las pandemias, arquitectura y urbanismo han ido de la mano. Un ejemplo de ello fue el plan urbanístico de Cerdá en la Barcelona del siglo XIX. Este plan dispuso una estructura reticular y ordenada para el nuevo trazado de la ciudad, amplias calles, espacios verdes, arbolado en los viales, diseño de viviendas con buenas condiciones de ventilación, luz natural y orientación, y también, la localización de los cementerios fuera de la ciudad. Con todas estas medidas, se consiguió que la calidad de vida de los ciudadanos de Barcelona aumentara en aquel momento y fuera capaz de hacer frente de manera más significativa a las pandemias de la época y a las necesidades del cada vez mayor número de habitantes que en ella vivían. Con todo ello, y a pesar de ser uno de los ejemplos más relevantes del urbanismo del siglo XIX, recibió críticas y su implantación no fue coser y cantar. Porque aunque tengamos todo listo, en ocasiones somos nosotros los reticentes a los cambios, a salir de nuestra “zona de confort”. Y esta, es una situación para ello.

La situación en que nos encontramos, será una más, y según los expertos, no la última. Sin embargo, “con estos toros tenemos que torear”, y ahora en el  desconfinamiento, tenemos que hacer un uso responsable de todos los espacios de que disponemos en nuestros entornos próximos. Queda así visible la ventaja de las personas que vivimos en el medio rural puesto que los espacios naturales diáfanos son mucho más abundantes que en las ciudades, y permiten que todos podamos salir sin tan apenas encontrarnos con nadie, haciendo así referencia a las nuevas normas de convivencia.

En mi carta a los Reyes Magos durante esta pandemia, me gustaría pedir que la simbiosis entre todos los seres que habitamos La Tierra, cada vez sea mayor, y que el respeto prime en todas las relaciones. Me gustaría que cada vez frecuentemos más los parques y espacios verdes de nuestras ciudades, y que los exijamos también, ya que son un derecho, para nosotros y para la Madre Tierra. Me gustaría que respetásemos las distancias de seguridad y aprendamos que el silencio también es una forma de relacionarse. Me gustaría que empecemos a entender que el ritmo frenético, el ruido y las masas no son siempre la solución sino que esta está siempre en nosotros y es la que nos permite relacionarnos estemos donde estemos. Me gustaría que ejemplos ante pandemias como el plan de la ciudad de Barcelona, se extiendan y que la arquitectura sea una herramienta real de cambio social en este paradigma y no sólo una herramienta estrella para unos pocos. Me gustaría que recordásemos que la agricultura, verde también, fue la que allá en el Neolítico hizo que los seres humanos comenzásemos a formar los primeros asentamientos, y que hoy, es aquella que mantiene nuestro alimento. Me gustaría que todos estos condicionales se convirtieran en presentes.

Las ciudades del futuro pueden ser muchas cosas, pero no serán si nosotros no somos. La Tierra nos ha demostrado que tiene capacidad para renovarse, que es resiliente y que tiene puntos de purga. Por ello, los ciudadanos del mundo, deberíamos coger el mismo ejemplo, ser resilientes, responsables y respetuosos, y así, las ciudades también lo serán. La vida parece ser que no consiste en el ritmo frenético que reinaba para algunos hasta el 13 de marzo, la vida no es eso. Las ciudades tampoco lo son. Y nosotros, tampoco lo somos.

Ventanas hacia todo lo que tenemos dentro (María Hernández Rubio)

4 comentarios sobre “Repensar las calles: ¿cómo serían las calles si las diseñáramos entre todos/as?

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