Por invitación de Lucía Villarroya, escribo unas líneas para vuestra publicación.
En estos días de confinamiento, me acuerdo de esos niños que pasan largas temporadas en hospitales. Hace un par de meses estuve en el Hospital Infantil de Zaragoza haciendo un taller de ilustración con ellos.
Pero hoy quería compartir otra experiencia muy enriquecedora que viví en ese mismo hospital hace unos años:
«Believe in Art» es una asociación cultural sin ánimo de lucro que promueve que el arte también cura. Por ello, lo acercan a los hospitales infantiles.
Me propusieron pintar una habitación del Hospital Infantil. El punto de partida; ilustrar un magnífico texto del escritor Pepe Serrano.
Si el reto ya era atractivo, compartir la experiencia con un niño de 7 años (mi sobrino Lucas) lo hizo todavía más especial.
Lucas es un niño afortunado, a su edad todavía no ha tenido que pasar ni un solo día en un hospital.
Lucas y yo queríamos hacer algo más agradable la estancia en el hospital a los niños que estuvieran en la habitación 409.

Mi madre venía a acompañar a Lucas, pero por iniciativa propia se animó a coger los pinceles.

De las paredes de la casa familiar siempre han colgado cuadros realizados por ella, en su juventud, aunque nunca la había vista pintar. Otro regalo que me dio este proyecto.


De una forma espontánea, voluntaria, varios amigos quisieron acompañarnos. Verlos por allí echando una mano, dedicando su tiempo, hizo que me sintiera muy afortunado.
Concha (profesora de Infantil), Virginia y Julia (libreras), Ana (profesora de Secundaria), Daniel (escritor), María Luisa (Believe in Art) y Sergio (animador). Este mural también es de ellos.




El personal del hospital coincidió en que la habitación había quedado alegre. Si los niños que pasan aquí su convalecencia lo ven igual, misión cumplida.

Este es el texto de Pepe Serrano:ARTE EFíMERO
«Aquel guardabosques se tomaba su trabajo muy en serio. Cada noche, guardaba el bosque en un cajita. Árbol a árbol. Al llegar la mañana lo volvía a montar. Exactamente igual.
Vivía en una casa en la montaña.
Por las ventanas se veía el cielo. Por la puerta el suelo. Por la chimenea salía humo. Pero no un humo cualquiera. Aquella chimenea expulsaba humo con formas curiosas. Algo digno de ver.
El caso es que, durante un invierno especialmente frío, le llegó una carta con una oferta para exponer en el museo MoMA de Nueva York.
La chimenea llenó una maleta con troncos de madera y se marchó.
El día de la inauguración la sala estaba llena a rebosar. No cabía un guisante. La chimenea comenzó a echar humo: una trompeta, un transatlántico, un Boeing 747, un agente 007, siete enanitos y Cenicienta, cien taburetes de tres patas, tres patos… No había imagen que se le resistiese.
El público acabó rendido ante tal demostración de arte efímero.
La chimenea se hizo tan famosa que fue portada de la revista Times.
El guardabosques leyó la entrevista, sentado en su sofá, frente a su estufa nueva.
Cuando acabó, se fue a la cama.
–Buenas noches, bosque –le susurró a la cajita que reposaba sobre la mesita, al lado de su almohada.
Y sonriendo apagó la luz».
Entre todos podemos hacer más agradable nuestra vida y la de los demás.
Un abrazo y felices días. Ánimo y paciencia.
Alberto Gamón. Ilustrador.
www.gamongamon.com